Ingrid
27-Sep-2009, 20:24
Hoy me voy a poner mi vestido azul de terciopelo, que me hace ver más curvada. Voy a maquillarme como argentina, con mucha base y con ese rimmel verde que me regaló Juanjo, pero creo que ya se me acabó. Con la gillette de Cachito voy a afeitarme las piernas, con mucho cuidado: a veces lo hago a la carrera y me salen unos tajos horribles, sangran mucho y demoran semanas en desaparecer. Lo de las heridas no es tan malo, porque no me preocupa tanto, pero a mis hombres sí; es más difícil encontrar un buen macho cuando te ve los tajos con la sangre a medio secar manchando las pantimedias. Por eso, cuando antes me hacía uno de esos tajos, ya no salía con las muchachas; estaba segura de que no iba a tener suerte. Ahora, no tengo problemas con eso, porque me depilo las piernas con la cera que Cachito me trae de su peluquería.
Pero mejor hoy no les hablo de Cachito. No, para qué hoy nos peleamos, después de hacer el amor. Siempre pasa lo mismo, cree que es el único hombre en mi vida. Cree que porque duerme en mi departamento tiene derecho a manejar mis cosas ¿Creen que es justo? ¿Conoce acaso mi vida?
No, no la conoce El no sabe cómo era yo, quién era yo. No conoce la terrible humillación que conocí a los catorce años Aquella fue la primera vez que me puse una falda Una falda azul oscura, que era de mi mamá. Me encerré en mi cuarto y frente a mi espejo me la probé Allí me miré como lo que en realidad soy: toda una mujer. Entonces no resistí, y me maquillé; así, ojerosa y pintada, con zapatos de tacón, me eché de bruces en la cama y por primera vez me masturbé Era feliz, más feliz de lo que había sido en toda mi vida Repetía esa hora de felicidad todos los días, hasta esa tarde en la que mi padre entró de improviso a mi cuarto. Me encontró con mis manos agitando el miembro, ya húmedo Me pegó con toda su alma, me dejó la espalda sangrando por los correazos. Tengo un hijo cabro, tengo un hijo cabro, repetía, con horror Esa fue la primera vez que quise dejar de vivir. Esa noche me trepé a los altos de mi casa, desnuda, y miré para abajo. Contemplé la calle vacía, el frío recorría mi espalda todavía en carne viva. Pero no hice nada. Volví a mi cuarto y no pude dejar de llorar.
Los días que salgo a buscar hombres, como hoy, no me gusta comer mucho. Sólo unas ramitas de apio y algún producto light, como galletas de agua o una manzana. Manzana en italiano se dice mella. Así me decía Gianluca mientras me acariciaba, me mordía en la orejita, mia mella, mia mella. A veces mia piccola mella. Les puedo parecer una idiota, pero me gusta recordar sus dientes mordiéndome el lóbulo. Porque, y que esto quede claro, Gianluca no era como esos cholos igualados que te quieren levantar con esas uñas cochinas y esos dientes sarrosos. En fin, con el tiempo me he vuelto vegetariana, pero, eso sí, me costó mucho, porque los caramelos, los sublimes, los toffees me gustan una barbaridad. Cachito y Pocho a veces me joden, qué golosa eres, me dicen. Pero yo sé que a ellos les gusta cómo soy, les gusta pasar sus manos sobre mis caderas, les gusta lamerme el cuello (Miren un cuello perfecto, ni un granito, ni un barro, nada), sé que les gusta rozar sus cuerpos contra mi espalda En el colegio se burlaban de mí. No sé quien comenzó a decirme Muñeco. Creo que fue mi hermano, que estudiaba conmigo. Un día, tres hijos de puta me cercaron en el baño. Ya no recuerdo lo que decían, sólo me acuerdo que me cortaron el pelo que con tanto esfuerzo me había dejado crecer, para mostrarle a todo el mundo que era una mujer. Me bajaron los pantalones y con una navaja me raparon el vello púbico. Se burlaban, jugaban con mi cosa, se mataban de risa. Dos días después mi mamá me sorprendió, con la boca abierta, con un frasco de pastillas al costado. Mi mamá me salvó de que me matara. Pero supe que no había servido de nada, cuando escuché, desde mi cuarto de hospital a mi padre hablando con mi mamá, reprendiéndola: "no se perdía nada Es un cabro, un cabro". Mi mamá lloraba. Yo no. No tenía por qué
No crean que me jode que me usen y me dejen. Tampoco me molesta que las muchachas me digan La desechable. Total, la que escoge a mis hombres soy yo. Les confieso una cosa; a mí los hombres que me gustan son los gringuitos, rubios y barbones. Gianluca era así. A los muchachos como Gianluca les decimos los de clase A. ¿Hay alguno de esos por aquí?
Pero tampoco crean que soy una insaciable. Soy solamente una mujer sexualmente activa. A veces, cuando no encuentro a las muchachas, voy sola a buscar hombres. Aunque la verdad, es un riesgo porque vienen los tombos y te miran te dicen, ya, ya, a la camioneta. Yo intento convencerlos de que soy una mujer decente. Una vez, uno de los tombos me creyó. Era un indio apestoso, guanaco. Pero no se, a veces una tiene sus debilidades. Hicimos el amor en su patrullero. Tenía un falo soberbio, el cholo.
Otra cosa, es que me llaman todos los días, sobre todo los muchachos de la facultad, porque estoy en el quinto ciclo de contabilidad en la Richi, ahí conocí a mi mejor amiga, y la única, diré de paso, que he tenido. Se llamaba Fiorella, y era, para ser mujer, bellísima Nos hicimos amigos, pero no le dije nada de que era una mujer y no todo lo que el mundo creía. Salíamos a veces, a tomar un helado, a comer un sánguche. Ella tenía enamorado, se llamaba Arturo, él era un cretino, un papanatas. El me odiaba, creía que le quería sacar la vuelta con Fiore. Y Fiore le decía a Arturo, "pero amor, es sólo un amigo, te lo juro", pero ese mierda no le creía. Le prohibió verme. Pero Fiore me quería, creo que terminó por enamorarse de mí. Un día, en una bodega por la universidad, mientras tomábamos unas gaseosas, la besé. Sentí un asco que jamás se me había pasado por la cabeza, pero ella estaba feliz. Y entonces Arturo lo supo. Le dio a escoger: o él o yo. Y lo escogió a él. Si llegué a tomarle mucho cariño a Fiore en algún momento, ahora la odio. Me dejó sola, me abandonó. Y le lame los zapatos a ese cretino Cada vez que los veo pasar, yo les grito: "Ahí vienen el shogún y su geisha". Ninguno de los dos me mira. Pero yo sé que Fiore aún me ama. No me pregunten por qué, pero me gusta que una mujer me ame como si yo fuera un hombre
Pero me gusta mi facultad. Ahí tengo a tres chicos muy churros, Toño, Alex y Gonzalo. Miento. Gonzalo ya no Porque Gonzalo insiste en seguir con la huachafita de su enamorada, y la otra vez casi le pego una cachetada en medio pabellón, cuando me contó, para sacarme celos, que la noche anterior había hecho el amor con ella. Ella es una rubia al pomo, no como yo, que soy una rubia de verdad, ella tiene los dientes chuecos, yo los tengo blanquísimos y perfectos Me los lavo con pasta inglesa que me trae Richard de Londres. Otro día les voy a hablar de Richard, él sí que es un caballero. En fin, la enamorada de ese cojudo era un asco Y la prefirió a ella. Ahí, les juro que me dolió, pero lo deje Porque yo soy una mujer de clase, y encima que les doy chance a estos igualados de la facultad, son tan frescos que a una la dejan en ascuas, los hombres les pueden gustar las mujeres. Ellas fingen ser delicadas, pero son delicadas a la mala Yo sí soy delicada. Miren estas uñas, ¿hay algo más delicado que esto? No, les aseguro que no Hoy sé que voy a tener suerte, sé que me voy a encontrar con un macho riquísimo y antes de acostarnos, no se por qué, le voy a contar todo lo que les he dicho a ustedes. Y es que me siento sola, incomprendida y muy sola. Y si no me hace caso, le haré el amor y volveré a mi apartamento. Y entonces, allí, desnuda, sola, muy sola, voy a treparme hasta el último piso de este edificio y voy a saltar. Total, un cabro más en este mundo, para qué carajo sirve.
La Molina, 25 de octubre de 2008
me consultan sobre algunas jergas y palabras que no usen en Guate. Les dejo algunas:
tombo: policía
Cabro: afeminado, marica, hueco
Pero mejor hoy no les hablo de Cachito. No, para qué hoy nos peleamos, después de hacer el amor. Siempre pasa lo mismo, cree que es el único hombre en mi vida. Cree que porque duerme en mi departamento tiene derecho a manejar mis cosas ¿Creen que es justo? ¿Conoce acaso mi vida?
No, no la conoce El no sabe cómo era yo, quién era yo. No conoce la terrible humillación que conocí a los catorce años Aquella fue la primera vez que me puse una falda Una falda azul oscura, que era de mi mamá. Me encerré en mi cuarto y frente a mi espejo me la probé Allí me miré como lo que en realidad soy: toda una mujer. Entonces no resistí, y me maquillé; así, ojerosa y pintada, con zapatos de tacón, me eché de bruces en la cama y por primera vez me masturbé Era feliz, más feliz de lo que había sido en toda mi vida Repetía esa hora de felicidad todos los días, hasta esa tarde en la que mi padre entró de improviso a mi cuarto. Me encontró con mis manos agitando el miembro, ya húmedo Me pegó con toda su alma, me dejó la espalda sangrando por los correazos. Tengo un hijo cabro, tengo un hijo cabro, repetía, con horror Esa fue la primera vez que quise dejar de vivir. Esa noche me trepé a los altos de mi casa, desnuda, y miré para abajo. Contemplé la calle vacía, el frío recorría mi espalda todavía en carne viva. Pero no hice nada. Volví a mi cuarto y no pude dejar de llorar.
Los días que salgo a buscar hombres, como hoy, no me gusta comer mucho. Sólo unas ramitas de apio y algún producto light, como galletas de agua o una manzana. Manzana en italiano se dice mella. Así me decía Gianluca mientras me acariciaba, me mordía en la orejita, mia mella, mia mella. A veces mia piccola mella. Les puedo parecer una idiota, pero me gusta recordar sus dientes mordiéndome el lóbulo. Porque, y que esto quede claro, Gianluca no era como esos cholos igualados que te quieren levantar con esas uñas cochinas y esos dientes sarrosos. En fin, con el tiempo me he vuelto vegetariana, pero, eso sí, me costó mucho, porque los caramelos, los sublimes, los toffees me gustan una barbaridad. Cachito y Pocho a veces me joden, qué golosa eres, me dicen. Pero yo sé que a ellos les gusta cómo soy, les gusta pasar sus manos sobre mis caderas, les gusta lamerme el cuello (Miren un cuello perfecto, ni un granito, ni un barro, nada), sé que les gusta rozar sus cuerpos contra mi espalda En el colegio se burlaban de mí. No sé quien comenzó a decirme Muñeco. Creo que fue mi hermano, que estudiaba conmigo. Un día, tres hijos de puta me cercaron en el baño. Ya no recuerdo lo que decían, sólo me acuerdo que me cortaron el pelo que con tanto esfuerzo me había dejado crecer, para mostrarle a todo el mundo que era una mujer. Me bajaron los pantalones y con una navaja me raparon el vello púbico. Se burlaban, jugaban con mi cosa, se mataban de risa. Dos días después mi mamá me sorprendió, con la boca abierta, con un frasco de pastillas al costado. Mi mamá me salvó de que me matara. Pero supe que no había servido de nada, cuando escuché, desde mi cuarto de hospital a mi padre hablando con mi mamá, reprendiéndola: "no se perdía nada Es un cabro, un cabro". Mi mamá lloraba. Yo no. No tenía por qué
No crean que me jode que me usen y me dejen. Tampoco me molesta que las muchachas me digan La desechable. Total, la que escoge a mis hombres soy yo. Les confieso una cosa; a mí los hombres que me gustan son los gringuitos, rubios y barbones. Gianluca era así. A los muchachos como Gianluca les decimos los de clase A. ¿Hay alguno de esos por aquí?
Pero tampoco crean que soy una insaciable. Soy solamente una mujer sexualmente activa. A veces, cuando no encuentro a las muchachas, voy sola a buscar hombres. Aunque la verdad, es un riesgo porque vienen los tombos y te miran te dicen, ya, ya, a la camioneta. Yo intento convencerlos de que soy una mujer decente. Una vez, uno de los tombos me creyó. Era un indio apestoso, guanaco. Pero no se, a veces una tiene sus debilidades. Hicimos el amor en su patrullero. Tenía un falo soberbio, el cholo.
Otra cosa, es que me llaman todos los días, sobre todo los muchachos de la facultad, porque estoy en el quinto ciclo de contabilidad en la Richi, ahí conocí a mi mejor amiga, y la única, diré de paso, que he tenido. Se llamaba Fiorella, y era, para ser mujer, bellísima Nos hicimos amigos, pero no le dije nada de que era una mujer y no todo lo que el mundo creía. Salíamos a veces, a tomar un helado, a comer un sánguche. Ella tenía enamorado, se llamaba Arturo, él era un cretino, un papanatas. El me odiaba, creía que le quería sacar la vuelta con Fiore. Y Fiore le decía a Arturo, "pero amor, es sólo un amigo, te lo juro", pero ese mierda no le creía. Le prohibió verme. Pero Fiore me quería, creo que terminó por enamorarse de mí. Un día, en una bodega por la universidad, mientras tomábamos unas gaseosas, la besé. Sentí un asco que jamás se me había pasado por la cabeza, pero ella estaba feliz. Y entonces Arturo lo supo. Le dio a escoger: o él o yo. Y lo escogió a él. Si llegué a tomarle mucho cariño a Fiore en algún momento, ahora la odio. Me dejó sola, me abandonó. Y le lame los zapatos a ese cretino Cada vez que los veo pasar, yo les grito: "Ahí vienen el shogún y su geisha". Ninguno de los dos me mira. Pero yo sé que Fiore aún me ama. No me pregunten por qué, pero me gusta que una mujer me ame como si yo fuera un hombre
Pero me gusta mi facultad. Ahí tengo a tres chicos muy churros, Toño, Alex y Gonzalo. Miento. Gonzalo ya no Porque Gonzalo insiste en seguir con la huachafita de su enamorada, y la otra vez casi le pego una cachetada en medio pabellón, cuando me contó, para sacarme celos, que la noche anterior había hecho el amor con ella. Ella es una rubia al pomo, no como yo, que soy una rubia de verdad, ella tiene los dientes chuecos, yo los tengo blanquísimos y perfectos Me los lavo con pasta inglesa que me trae Richard de Londres. Otro día les voy a hablar de Richard, él sí que es un caballero. En fin, la enamorada de ese cojudo era un asco Y la prefirió a ella. Ahí, les juro que me dolió, pero lo deje Porque yo soy una mujer de clase, y encima que les doy chance a estos igualados de la facultad, son tan frescos que a una la dejan en ascuas, los hombres les pueden gustar las mujeres. Ellas fingen ser delicadas, pero son delicadas a la mala Yo sí soy delicada. Miren estas uñas, ¿hay algo más delicado que esto? No, les aseguro que no Hoy sé que voy a tener suerte, sé que me voy a encontrar con un macho riquísimo y antes de acostarnos, no se por qué, le voy a contar todo lo que les he dicho a ustedes. Y es que me siento sola, incomprendida y muy sola. Y si no me hace caso, le haré el amor y volveré a mi apartamento. Y entonces, allí, desnuda, sola, muy sola, voy a treparme hasta el último piso de este edificio y voy a saltar. Total, un cabro más en este mundo, para qué carajo sirve.
La Molina, 25 de octubre de 2008
me consultan sobre algunas jergas y palabras que no usen en Guate. Les dejo algunas:
tombo: policía
Cabro: afeminado, marica, hueco