Impronta de la revolución octubrista
Fue un gran despertar al libre juego de opiniones.
— MARIO FUENTES DESTARAC
Nací a mediados de los 50, por lo que no pertenezco a la generación del 44, que vivió, fue protagonista y gestó la Revolución del 20 de Octubre de 1944, que puso fin a la férrea dictadura ubiquista (1931-44), que trató sin éxito de reposicionarse políticamente a través de Federico Ponce Vaides, quien sucedió efímeramente al dictador Jorge Ubico, por renuncia de este.
Sin embargo, soy hijo de un fiel revolucionario del 44, Mario Fuentes Pieruccini (1921-2010), quien no solo asumió con entereza los principios y valores revolucionarios, sino que durante su vida luchó por la causa revolucionaria del 44, cuyo espíritu lo inspiró o motivó siempre. Militó y fue diputado del Frente Popular Libertador (FPL); posteriormente, fundó el Partido Revolucionario (PR), al cual consagró su vida política. Fue electo diputado a la Asamblea Constituyente y al Legislativo. Ocupó los cargos de Presidente del Congreso y Ministro de Hacienda y Crédito Público durante el periodo presidencial de Julio César Méndez Montenegro (1966-70). Nunca fue un tránsfuga.
Por tanto, no soy heredero de la Revolución del 44, como en su día se autoproclamó demagógicamente el régimen populista de Álvaro Colom (2008-12). No obstante, mi padre sí me transmitió su legado moral personal, que es el testimonio de vida de un hombre optimista, lleno de esperanza y, asimismo, enamorado y comprometido con su país. A través de incontables anécdotas, constancias y relatos suyos, tuve acceso directo a una información valiosísima sobre los antecedentes, hechos e ideales del 44, así como su proyección histórica.
La Revolución del 44 fue, en esencia, la respuesta de una generación joven (mi padre tenía 23 años) a un anacrónico inmovilismo autoritario, identificado con los regímenes fascistas europeos, cuya derrota final se avecinaba. Fue una rebelión contra la intolerancia, la concentración, perpetuación y abuso de poder, la arbitrariedad, la opresión y el miedo. Fue un gran despertar al libre juego de opiniones, al autogobierno, al respeto de los derechos fundamentales, a la democracia institucional y a la justicia social.
Los principios de la Revolución del 44 se expresan en el Decreto 17 de la Junta Revolucionaria de Gobierno de fecha 28 de noviembre de 1944, a saber: “I. Descentralización (…) del Ejecutivo y efectiva separación de los poderes (…); II. Supresión de designados a la presidencia y substitución de estos por un vicepresidente; III. Alternabilidad en el poder, aboliendo la reelección y reconociendo al pueblo el derecho de rebelarse cuando se intente; IV. Nueva constitución y organización del Ejército (…); V. Organización democrática de las municipalidades (…); VI. Autonomía efectiva del Poder Judicial; VII. Autonomía de la Universidad Nacional; VIII. Reconocimiento constitucional de los partidos políticos de tendencia democrática (…) y representación de las minorías en los cuerpos colegiados de elección popular; IX. Sufragio obligatorio y voto secreto para el hombre alfabeto (…); X. Efectiva probidad administrativa”.
En estos tiempos de formación de conciencia cívico-política, las demandas revolucionarias de descentralización, independencia e imparcialidad judicial, probidad administrativa y democracia representativa, siguen siendo de vibrante actualidad. La administración pública, además de que permanece centralizada, está socavada por la ilegalidad, el abuso, el derroche, la discrecionalidad, la corrupción, el expolio y el clientelismo. Asimismo, la politización de la justicia y la judicialización de la política (marcada por el activismo judicial y el prevaricato) impiden que la justicia oficial sea eficaz; en tanto que
la probidad, la transparencia y la rendición de cuentas continúan siendo una aspiración. También está pendiente la habilitación de una genuina democracia representativa.
En suma, el desafío que afronta nuestra sociedad sigue siendo la construcción de instituciones democráticas y republicanas confiables, estables y eficaces, lo que se ha venido rezagando debido a los insufribles personalismos, a la insuficiente politización de la sociedad y a una clase política miope, inepta, irresponsable, cleptómana y no comprometida con el interés general.