Todo derecho implica una responsabilidad
El 12 de septiembre, cuando empezaba a estallar en el mundo árabe una cadena de reacciones por un video ofensivo para el pueblo islámico y se produjo la muerte del Embajador de Estados Unidos en Libia; el candidato presidencial del partido republicano, Mitt Romney, dijo que él respetaba básicamente el derecho a la libre expresión que tienen todos los ciudadanos en Estados Unidos y que ello incluye el derecho a decir lo que se les ronque la gana respecto a otras culturas y otras religiones. Que la Casa Blanca tenía que reaccionar con dureza contra los inconformes, fijando así su punto de vista sobre un problema muy puntual de política exterior.
Oscar Clemente Marroquín
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Tanto la Secretaría de Estado, con Hillary Clinton a la cabeza, como el mismo Obama han condenado las reacciones violentas que se propagan por todo el mundo, pero han dicho que la libertad de expresión tiene también sus límites en el respeto al derecho ajeno y que no es tolerable que en su ejercicio se despotrique contra pueblos enteros y se siembre odio como ha ocurrido con ese video ofensivo para el islam. Y la verdad es que no hay ejercicio de ningún derecho que no implique una responsabilidad y en el de la libertad de expresión es muy marcada esa correlación existente porque hay límites precisos que no se pueden soslayar.
Yo, como periodista, tengo pleno derecho a expresar mis ideas, pero lo tengo que hacer dentro del marco del decoro y respeto a los demás, no sólo a quienes puedan sentirse ofendidos por mis puntos de vista, sino también por respeto al público en general que no tiene por qué soportar patrañas, mentiras ni engaños. La misma legislación en nuestro país es muy amplia y nos permite decir prácticamente lo que se nos antoje contra los funcionarios o empleados públicos por asuntos relacionados con el desempeño de sus cargos, pero una cosa es que no tengamos responsabilidad penal porque esos ataques nunca puedan ser constitutivos de delito y otra muy distinta es que uno abuse de ese privilegio para inventar, mentir o simplemente ofender.
Puede parecer una frase demasiado sobada la que se atribuye a Benito Juárez en el sentido de que “El respeto al derecho ajeno es la paz”, pero resulta fundamental a la luz de los acontecimientos. Hoy vemos que se propaga el malestar de los miembros de la fe islámica por todo el mundo porque fueron ofendidos en una auténtica falta de respeto. Nadie puede justificar los actos violentos cometidos contra misiones diplomáticas y contra intereses de occidente, pero hay que entender que se produjo una franca y abierta provocación insultando algo que para buena parte de los fieles de esa religión es absolutamente sagrado e intocable.
El hecho de que muchos cristianos, de cualquier denominación, no nos sintamos ofendidos cuando alguien habla mal de nuestra fe, de Jesucristo o de la Virgen, no quiere decir que todo el mundo tenga la misma sangre de horchata. Hay gente que vive mucho más intensamente sus creencias y por lo tanto reacciona en forma vehemente cuando se sienten agredidos.
Gente como Romney, que no pueden analizar un problema complejo más que con la visión totalmente simplista de que hay una enmienda constitucional que da derecho a producir películas ofensivas para medio mundo, tiene serias limitaciones realmente para comprender lo que está pasando y lo que puede ocurrir. Pocas religiones hay en las que sus fieles sienten el deber de dar la vida por la defensa de su fe y eso ocurre con los musulmanes. Por ello, con la misma energía que se repudian los actos violentos en contra de embajadas y de intereses norteamericanos, el gobierno de Estados Unidos tiene que repudiar también los excesos en la libre expresión cuando causan tal agravio que, al final, comprometen la seguridad interior de ese país.