Una percepción equivocada
Oscar Clemente Marroquín
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Me llamó mucho la atención un comentario que, hablando de la elección del futuro Fiscal, hizo alguien diciendo que esperaba que quien llegara al Ministerio Público se ocupara de los delitos que afectan al ciudadano todos los días, concretamente hablando del tema de las extorsiones. Indudablemente que la labor de grupos criminales que se dedican a extorsionar a miles de personas no sólo les roban el dinero sino la tranquilidad para vivir y son muchos quienes han tenido que abandonar sus viviendas o cerrar negocios como resultado del acoso constante de los grupos criminales.
Sin embargo, hay que decir que si en algo se ha distinguido la labor del MP en los últimos tiempos ha sido en el combate a las extorsiones y prueba de ello fue el reconocimiento público que hiciera la Embajada de Estados Unidos a la Fiscalía contra las Extorsiones por su labor en contra de los grupos de crimen organizado que se dedican a acosar a los guatemaltecos. Aparte del error diplomático de atribuir ese éxito al presidente Morales, lo que hizo la representación norteamericana fue destacar una labor seria y responsable en un tema que agobia a la población.
Pero sostengo que hay un trasfondo de percepción equivocada en el comentario porque si algo afecta a los ciudadanos todos los días es el efecto pernicioso de la corrupción que desvirtuó por completo la función del Estado. Todos pagamos un alto precio por los efectos de la corrupción. Empezando por esos millones de pequeños que no tienen acceso a educación de calidad porque un pacto colectivo politiquero los dejó en abandono dando aumentos salariales al magisterio sin esperar mejoras en la calidad de la educación. Somos un país en el que el rendimiento medido en comprensión de lectura y matemáticas demuestra un patético nivel de abandono de nuestras nuevas generaciones y aún así hablan babosadas sobre programas de competitividad para atraer inversión sin reparar en que nuestra falta de capital humano calificado nos condena a ser, si mucho, un país maquilero.
Ni digamos en Salud Pública, puesto que mientras se afianzan los robos en el sector, la gente se sigue muriendo por falta de atención adecuada y, sobre todo, por falta de políticas preventivas. En la prevención queda menos “moco” y por ello es más rentable para los que dirigen el sector meterle a la salud curativa, en donde pueden hartarse en las sucias componendas con los proveedores.
Y como ya nos hemos acostumbrado a ello, no reparamos en lo que nos cuesta a los ciudadanos esa red de carreteras que parece de caminos de cabras. Algunos piensan que estamos así por la incapacidad de los funcionarios, sin reparar que es la corrupción la que nos ha llevado a esa situación extrema.
Para obtener licencias, sea para construir una obra o para explotar algún recurso, hay que pagar mordidas que no sólo enriquecen al funcionario que las otorga, sino que además permiten que se edifique aunque se afecte la movilidad de miles de personas o que se desvíe un río dejando a los pobladores sin agua. Y no alcanzaría toda una edición para enumerar los efectos que tiene la corrupción en la vida diaria pero como ha sido tanta y tan constante, ya la vemos como parte del paisaje.