La inteligencia necesaria
Digici ha caminado sobre una navaja filosa.
— Edgar Gutiérrez
Visto desde las normas y la organización, Guatemala ha dado un salto positivo en los últimos quince años en su diseño de inteligencia. Los Acuerdos de Paz dibujaron el primer borrador de un sistema de inteligencia con órganos especializados y sujetos a controles, una ruptura del tradicional monopolio militar, que a la vez sacudía la noción perpetua del secretismo en sus funciones.
La evolución sin embargo ha sido tortuosa. Como no respondió a una voluntad plena de transformación de Estado, no hubo planificación propiamente dicha y la reforma tampoco fue integral. En 2000 la Secretaría de Análisis Estratégico fue la primera en salir del viejo molde sujetándose a supervisión externa y formando cuadros seleccionados de todas las universidades, muchos de ellos/as enviados a especializarse a centros académicos de alto nivel y a cursos de inteligencia en el extranjero. Gran parte de ese capital humano no fue capitalizado por las instituciones (antes, se prescindió de ellos/as) que padecen un vacío de régimen de carrera en el servicio.
Pero el parteaguas, al menos normativamente, fue la aprobación en 2008 de la Ley Marco del Sistema Nacional de Seguridad. La ley ofreció justamente el marco filosófico y conceptual de la inteligencia y trazó el sistema, rotulando el campo de competencia de cada órgano, su naturaleza y complementariedades. Previó los niveles técnico y político, los mecanismos de coordinación y funcionamiento; además, estableció un régimen de formación de personal con áreas comunes y de especialización.
Hasta allí todo bien. Como es normal, los problemas vienen con la puesta en marcha en un contexto de baja institucionalidad del Estado e incremento de los riesgos y amenazas a la seguridad ciudadana, incluyendo de manera relevante el poder corruptor del crimen organizado.
Aunque los órganos del sistema de inteligencia han creado ciertas capacidades están a la zaga de las dinámicas y desafíos de la seguridad. Algunos no se liberan de las tentaciones del espionaje político ni de las taras ideológicas de la guerra fría que, en trabajo de inteligencia, son los peores lentes distorsionantes de la realidad y un impedimento para alcanzar profesionalismo. Los débiles procesos de control vulneran la inteligencia, y crean condiciones para maridajes contra natura con intereses particulares (corporaciones legales) y con el propio crimen organizado, amén de otras dependencias o tutelajes políticos locales y externos.
Ese es el riesgo mayor de la Dirección General de Inteligencia Civil, una verdadera navaja muy filosa sobre el cual ha venido caminando ese organismo, en particular en los últimos cuatro años, hundiéndose a ratos, y cuyo tema finalmente saltó a ojos de la opinión pública debido a la malograda incidencia externa para colocar en su dirección a gente con perfil no idóneo. La Digici es un órgano necesario para la seguridad y ojalá sea alineada pronto a su misión y fines.