Los grandes evasores de la realidad
Hay dos Guatemalas, la verdadera y la que gobierna Jimmy Morales. En la del presidente, los niños esperan con alegría su llegada a la escuela para que les cuente un cuento; los soldados se convierten en carpinteros; hay monitos que hablan; hay viejos políticos y militares jubilados vestidos con pañales. Son la “nueva política”. Funcionarios flotan dando vueltas como las escenas de Perdidos en el Espacio; entre ellos, felizmente dando vueltas va el alcalde de Mixco, Neto Bran, con pistola al cinto, que otro día va montado a caballo en un tiovivo diciendo adiós a las cámaras. Neto no es funcionario de Jimmy, pero ya da pistas de que se encuentra en la misma dimensión.
En ese mundo paralelo hay carteles de buenas intenciones pegados en las paredes. “Avanzaremos con la ayuda de todos”; “Bendiciones”; “Con el esfuerzo de cada guatemalteco, sacaremos adelante al país”. Y es que Jimmy no es una mala persona, solo una gravemente irresponsable. No lo podríamos imaginar pensando cada noche cómo evitará el acceso a la salud, cómo destruirá al país, sino, por el contrario, soñando con una Guatemala feliz. Pero sucede que se aleja de la realidad a velocidad de seis meses por minuto. En mantenerlo a distancia han de trabajar sus asesores, cuya especialidad es el elogio y la traición que tarde o temprano se la harán experimentar.
Cuando alguien le recuerda que no tiene plan de gobierno, se irrita. El choque entre realidad y fantasía provoca incomodidad. Parpadea, frunce el entrecejo, aplica la llave del “tonto el que no me entiende”. Al perder contacto con la verdad, los presidentes se fabrican otra en la que salen bien parados. Si se critica su incapacidad, lo atribuyen a los grupos desestabilizadores, a sus enemigos políticos, a la “injerencia extranjera”. Si oyen comentaros favorables —por la radio oficial— con modestia responden que es gracias a su trabajo y al de sus ministros.
Ha de ser difícil gobernar este país, pero meterse a hacerlo sin un plan de gobierno es irresponsable. El Estado de Guatemala ha sido utilizado como lugar para becarios, donde muchos funcionarios aprenden a administrar o a robar. O ambas cosas. Se entrenan y al salir critican lo que nunca hicieron. Como Vinicio Cerezo, otro gran evasor de la realidad que ahora habla por la radio con sorprendente lucidez sobre lo que debería hacerse.
En lo que toda esa fantasía se desarrolla, en la verdadera Guatemala hay personas tiradas en las aceras, durante la noche, a la espera de que sus parientes sean atendidos en hospitales sin medicina. Hay personas atenazadas a la parrilla de los buses; hay saqueo moral social, incremento de incivilidad.
Las recientes capturas de supuestos extorsionistas muestran un combate directo, que de nada servirá sin el control de las cárceles, que son oficinas centrales del crimen, a donde van a entrenarse rateros VIP y los de siempre.
Entre una y otra realidad divaga Jafeth Cabrera, como fronterizo. El vicepresidente se encuentra más cercano a la testarudez que a la ignorancia. Cuando se refirió a la mujer en cuyos brazos murió su bebé por falta de procedimientos médicos efectivos, dijo que había gente negligente. Puede que el país carezca de disciplinas básicas, pero tras ello hay una sociedad en ruinas y gobernantes incapaces de modificarla.
Este gobierno hereda problemas del pasado y en eso se escuda Morales, pero ningún momento es el mejor para tomar un gobierno. “La tragedia de la política es que no habrá nunca un “buen” momento para tomar el poder: la oportunidad de acceder a él se presentará siempre en el peor momento posible” (Slavoj Zizek).