¿Hambre o ganas de comer?
Por: César A. García E.
La gente aterrorizada, por la inmediatez morbosa y el ataque persistente de fatalidades que, innegablemente proveniente de un plan establecido, desde fuera, fundamentado en psicología de masas… se encierra y critica agriamente a quienes salen a “buscarse la vida”. Quienes tenemos —la bendición— de lo necesario o más que eso, podemos tomar —todos— esta actitud de solamente aguantarnos “las ganas de comer”, entendida como inhibirnos de los gustos o apetitos repentinos, por asistir a un restaurante, a que nos atiendan como nos place; podemos estar en casa… porque tenemos casa y podemos lavarnos las manos… porque tenemos agua en el grifo. Podemos también convertirnos en chefs improvisados, ensayando con todo lo que hay en la alacena y compartiendo —el encierro— con quienes amamos. También, en nuestras —casi furtivas— salidas al supermercado o la farmacia, podríamos darnos el lujo de regañar a quienes no porten mascarilla (yo no uso porque sé que no sirve de nada, salvo que uno esté enfermo). Es decir, podemos —como lo hace la mayor parte de la gente con la que me relaciono— atrincherarnos y pensar que si permanecemos así… todo pasará y todo volverá a la normalidad. ¿Es realista pensar que, guardando estos cuidados extremos, las cosas volverán a ser normales y como siempre? Mi respuesta es no; ahora me explico.
Según los epidemiólogos serios, cuyas opiniones he leído y escuchado, este tipo de “Pandemias” pueden disminuirse o “achatar” su curva, solamente si ocurren dos cosas: 1- Cuarentenas severas y de varios meses, pues, según ellos, el virus puede estar haciendo de las suyas hasta por año y medio. 2- Si se infecta más del 60 por ciento de la población y entonces el virus desaparece, al encontrar una población ya resistente a éste… a partir de allí, ya no es amenaza. Por supuesto, en el proceso morirán muchas personas de los grupos vulnerables —como siempre— lo cual parece ser “diferible” con el encierro, pero nunca inevitable. Analicemos los escenarios realistas de nuestra patria; no de Italia, Francia, ni el Reino Unido.
Guatemala es un país pobre. Para que pueda Usted, dimensionarlo, con países que también lucen pobres, recuerde que el nuestro —según PNUD— está —junto con Nicaragua— en un puesto 126 de desarrollo humano; El Salvador en el 124 y Honduras en el 132; todos en el grupo que se denomina de “desarrollo humano medio”. Es decir, naciones con graves amenazas de salud y deficiencias serias en educación que los hace vulnerables, no solo a este virus, sino a cualquier infección bacteriana o viral, de las que, de hecho, mueren decenas de personas diariamente… aunque el Coronavirus, solo haya matado a una. Ahora fíjese en el tan criticado, por “guatemaltecos pensantes” —México— este país está en el 76 puesto de desarrollo humano, es decir ¡Cincuenta lugares arriba que Guatemala! y Costa Rica, aún más arriba en el puesto 68; ambas naciones ostentan un “Desarrollo Humano Alto”. Eso quiere decir que sus sistemas de salud y educación —entre otros— están mucho más preparados, para enfrentar cualquier pandemia… aunque ahora reporten más muertos que Guatemala por Coronavirus; ello no refleja la situación de salud —comparativa— de las naciones, es más bien un espejismo que queremos creer es realidad. Simplemente, no tenemos nada que presumir, frente a ellos… no seamos cándidos, ni pequemos de ignorantes.
Siguiendo la tesis de los epidemiólogos, si las dos opciones son encerrarse o enfrentar el virus y esperar que la población adquiera inmunidad, a través del ineludible contagio que llegará inevitablemente ¿Qué hacer? Parece estar muy claro que, un pueblo pobre, no puede mantenerse “acuartelado” por mucho más tiempo. Nuestra gente —seis de cada diez— vive en la pobreza, es decir, con lo mínimo… pero con lo mínimo “diario”. No tienen una alacena, no evitan ir al restaurante —porque nunca han ido ni pueden hacerlo— no pueden experimentar con recetas exóticas, rodeados de finos ingredientes, ni de una tarde plácida en el jardín, acariciando a sus “canes”. Si usted puede hacerlo… piense un momento que está en el grupo minoritario y que ello nos impone la obligación —doble— de ser solidarios con quienes viven, en un marco desesperante de la subsistencia que empeora, cada día… por la imposibilidad de salir a trabajar.
Tener hambre y Ganas de Comer, son cosas muy distintas. El hambre impone exigencia desesperada por la ingesta de alimentos —sin pedir gustos ni aderezos— para garantizar la sobrevivencia. El hambre debe ser saciada o provocará un estallido social sin precedentes que aconsejara —a los insensatos— armarse hasta los dientes y defender su alacena y a los suyos, a fuerza de fuego y plomo ¿Ya visualizó ese escenario?, ¿Ya pudo imaginar los cuadros dantescos que miles de personas queriendo llevar comida a los suyos… a cualquier costo? Qué harán los supermercados; ¿Acaso pedirles mascarilla, mientras saquean? ¿Habrá entonces abasto para los que solo tenemos “ganas de comer” o tendremos todos hambre… después de un tiempo?
Me parece que el “heroísmo” estatal que muchos ven… tiene un horizonte muy corto y deja fuera del análisis el hecho que, no somos una nación desarrollada y que jamás hemos tenido un sistema de salud ni lejanamente parecido, por poner un ejemplo, al de México. Me parece que las medidas tomadas, traerán mucho más muertes y tragedia que, si honradamente reconociéramos el país que somos y afrontáramos con seriedad —exenta de populismo— la realidad de nuestros males.
Los congresistas —demagógicamente— se sumaron a la falsa “solidaridad” y también politiqueros procuraron figurar como “paladines”; el resultado neto será grandes negocios grises y mayor endeudamiento. Se promueven los impagos en todo lo posible, algunos —como el narcisista Bukele y políticos demócratas estadounidenses— hablan de que los propietarios no tengan derecho a cobrar sus rentas. Muchos de estos propietarios, a los que se les arrebata, de hecho y derecho, el usufructo de sus inmuebles… trabajaron décadas para poder subsistir de sus rentas y ahora son viejos y del grupo más vulnerable. Es decir, esta vorágine, en donde el ventajismo y la especulación —sin escrúpulos— se yerguen como los principales verdugos, está proponiendo una mutación rápida hacia un modelo socialista del que, en países como el nuestro puede no tener retorno.
El Banguat, está haciendo un triste papel en todo este asunto; imperdonable diría yo y en contra de su mandato de controlar la inflación… ¡Enmienden! Baja su “tasa líder” que nunca ha servido de nada que no sea enviar mensajes y ahora atenta contra la tasa de interés que ya es baja y amenaza con convertir la tasa pasiva (de ahorros) en “real negativa”, si se agrega la inflación. En efecto, se pone en peligro el ahorro interno ¿Sabrán los banqueros centrales lo grave de este asunto, o se les olvidó, el texto de “Introducción a la Economía”? Por otro lado, ha permitido que la especulación por demanda artificial de USDólares, deprecie nuestro quetzal, casi en un cinco por ciento en dos días, lo cual pondrá presión en los precios, congraciándose así con algunos exportadores influyentes. La banca central actúa imprudentemente y sus acciones, se resumen en esta fórmula que podría terminar con la estabilidad: Bajas tasas de interés más depreciación de la moneda, más alza desmesurada de precios de los productos de la canasta básica —por especulación— igual a inflación. Inflación igual a más pobreza, más pobreza igual a mayor violencia e ingobernabilidad. ¡Piénselo!