El “AlienaVirus”
Por: César A. García E.
La inmediatez informativa, hace ostentosa la farsa; el espectáculo tan pueril, como letal… se apodera de la voluntad y el pensamiento de adolescentes y adultos. Pero también de quienes manejan las naciones e incluye a quienes “forman” opinión; en estos últimos dos grupos, existen dos categorías: 1- Los que diseñan e imponen “el programa” … también beneficiarios ulteriores del “plan maestro”, y 2- Los tontos útiles que lo replican, por órdenes “superiores”. De tal suerte que
la “realidad” está –obviamente– distorsionada y obedece a una agenda asignada por pocos –pero muy poderosos– actores, rectores de los devenires de la historia, en la que nada es fortuito, sino cuidadosamente orquestado.
Un solo tema hoy en el tapete…
“el Coronavirus”, enfermedad que de nueva no tiene nada, contando con ancestros descubiertos hace cincuenta años; un virus muy probablemente “retocado” en un laboratorio, de esos que en otras épocas experimentaron con los prisioneros de los campos de concentración y exterminio, luego con enfermos mentales de países bananeros y después en campañas de esterilización masivas, en regiones aún más pobres.
Es entonces, una mutación de otros virus que atacan el sistema respiratorio y con baja incidencia de muertes, siendo las víctimas más vulnerables –como siempre– los adultos mayores y personas con deficiencias inmunológicas.
El morbo, la sangre, muerte y horror, son –de todas las noticias– las que causan más furor. Nos programan, nos manejan, nos engañan y atormentan… con lo que les da la gana. Las “verdades” difundidas, son –la mayoría– timos; los temores esparcidos, se tratan de mediciones: ¿Cómo reaccionaremos?, ¿Qué nos causa miedo?, ¿Cómo pueden dirigirnos, someternos, controlarnos? Si tenemos un móvil, somos parte de una “red” que no solo nos vincula al mundo y en muchas formas “gratuitamente” ¿Quién es el “altruista” que nos regala “las redes sociales” por qué habría de hacerlo, es amor sin interés? Definitivamente no, somos parte de una “red” con connotación de prisión e imperiosa dependencia de la actualidad que nos quieran imponer. Nos convertimos en pregoneros de mentiras, cuando “reenviamos” lo que no entendemos, lo que aparenta ser verdad, pero no lo es… mientras trágicamente ocultamos –navegando en la corriente– verdades cuyo drama crece silente y cruelmente. Nos alienan y nos dejamos alienar.
La escena de pánico está montada. Habrá usted recibido decenas de WhatsApp y leído muchas noticias, respecto a la “crisis mundial” por el Coronavirus.
Hasta ahora el saldo –que ha trascendido– es de unas ochenta mil personas contagiadas y poco más de dos mil quinientos fallecidos. También se sabe que –solamente en China– se vendieron más de cuarenta millones de mascarillas, antes de que finalizara enero y que EE. UU. desarrolla, “a toda prisa” una vacuna eficaz, contra este “nuevo” virus. Allí empieza a asomarse el negocio tétrico de la “solución”, por que el mundo –manejado– clama.
En los países bananeros, se han encendido todas las alarmas y nuestro presidente –en campaña perenne– no es la excepción… ha decretado “alerta máxima” y augura –en su discurso– la próxima llegada del “fatal virus”. No está solo en su cruzada, gente “sesuda” replica la alerta y hasta hace odas al presidente que no termina de bajarse de la tarima de la demagogia; la “crisis” le cae a él “de perlas”, pues ante el falso “cataclismo mundial”, no deberá cumplir con sus obligaciones constitucionales, ni atender los ingentes problemas de la patria, sino seguir –visiblemente agitado y exhausto de tanto protagonismo– hablando, hablando, hablando… y hablando.
La verdad detrás del “coronavirus” puede estar ligada a dos planes, igualmente abominables. El primero es diezmar a la población mundial, despropósito que está en agenda global, desde hace muchos años y los exterminados –necesariamente– serán no consumidores, bajo el principio de que, “si no consumes… estorbas”; este plan puede concretarse, por medio –otra vez– de una gran guerra, o de una mortandad fabricada. Desde 1974, el líder más influyente del occidentalismo –Henry Kissinger– advirtió sobre los “peligros de del crecimiento de la población mundial”. A partir de 1990 la ONU implementa un “plan para control de la población”. Líderes tan emblemáticos como Bill Gates o Ted Turner, han sido muy explícitos, en cuanto a sus preocupaciones por la sobrepoblación del planeta y CEPAL menciona –con razón– a la miseria, como detonante de ingobernabilidad. También la directora del FMI –Christine Lagarde– ha señalado el envejecimiento de la población mundial, como una amenaza a la economía global que, por cierto, se endeuda sin límites y esa distorsión, sin solución, “amerita” una catástrofe. El otro plan probable, es un “gran negocio”; después de la muerte de miles de personas, se saca al mercado la “vacuna milagrosa” y todos los países deberán comprarla. En el caso de Guatemala, puedo imaginar al pestilente Congreso, aprobando el préstamo de “emergencia”, para engordar a grandes farmacéuticas, mientras el presidente se cuelga su nueva medalla –mediática– de “salvador”.
Como vemos,
lo que amenaza a países –ignaros– como el nuestro, más que el “Coronavirus”, es el “AlienaVirus”. Una población, con el 50 por ciento de sus integrantes, con cerebro marchito y magras capacidades intelectuales, fruto de la desnutrición crónica infantil, es tierra fértil para el engaño reiterado; el pecado mortal es que los pensantes faciliten la treta. El doctor Giammattei, debiera saber –como médico– que la verdadera “emergencia máxima” es la desnutrición crónica infantil que avasalla –en vida– a la mitad de nuestros niños menores de cinco años. Existe una correlación innegable, entre nutrición y desarrollo del sistema inmune; es decir,
la mejor medicina preventiva es la nutrición que, en nuestro caso debe empezar por la madre y por su educación, en temas de higiene, alimentación y control de talla y peso de sus pequeños.
Los niños desnutridos, no serán solo presa fácil del virus de moda, sino ya lo son, de cualquier otro virus o infección bacteriana de sus aparatos respiratorios y digestivos que los mata todos los días. En Guatemala la masacre de niños es mucho peor que la perpetrada por Herodes y suma más víctimas diarias que el Coronavirus en el mundo. ¿La seriedad para cuándo presidente? ¡Piénselo!