Cada pueblo tiene el gobernante que se merece
Dra. Ana Cristina Morales
Es una frase frecuentemente atribuida al anonimato. Sin embargo, es de reflexionar que en determinadas ocasiones, el pueblo tampoco tiene la capacidad de elegir. Es preocupante que al dar cabida a esta frase, podemos estar cometiendo una falta de respeto, un agravio y una injusticia contra una población a la que no le quedan alternativas. Y donde la impotencia impera.
Se dibujan opciones, las cuales se plantean diferentes, pero, llegada la hora, un partido hace coalición con otro, de tal manera, que los “distintos” candidatos se trasladan al mejor postor. Los dirigentes han cambiado sus principios rectores, cuentan que los tiempos pasados han sido mejores. Pero, a lo largo de todas las épocas, siempre ha habido corruptos. La diferencia estriba en el grado de desfachatez con que se ejecutan este tipo de actos.
Es de meditar un importante grado de injusticia el atribuirle solo al pueblo, la clase de gobernantes que pueda tener. Ante todo, aunque ejecuten el acto cívico de emitir su voto y aparentemente elijan. Suele ocurrir con frecuencia que, algunos aspirantes a gobernantes dentro de su perfil personal; cuentan con algún grado de conductas corruptas y a veces también, un tanto de locura. Por lo que de manera exacta, no es la ignorancia del pueblo lo que contribuye a tener gobernantes ineptos, ni mucho menos la complacencia del pueblo, ante tal circunstancia.
El pueblo puede desear y no solo desear, sino con mayor exactitud, necesitar un gobierno que vele por sus intereses y por la justicia en su sociedad. Y ante ello, nadie podría decir que por ignorancia sigue dando poder a quién le despoja de una vida digna y respetable. Ya que, quién más, que el pueblo, para tomar conciencia de los senderos abyectos de sus gobernantes. El pueblo que adolece de justicia, de alimentos, de transporte, de un sistema de salud, de una existencia libre de violencia y de pobreza, de una vida que los dignifique como los seres humanos que son. Y, además, de todo, existen conclusiones en donde se le responsabiliza y también resulta ser culpable, de un proceso de elección bastante ilusorio.
Muchos de los personajes que desean ostentar el poder político dentro de la sociedad, utilizan frases que proclaman el fin de las penurias de un pueblo. Con la finalidad de hacer una obra de teatro que contribuya a darles credibilidad, quizás, de forma más certera ante sus propios ojos. Porque habría que determinar si es el pueblo quien elige, o la elección la realiza el mejor postor.
Al escribir acerca de esto, la idea es alivianar la culpa que se le confiere al pueblo por tener el gobierno que tiene. Y con ello también ayudar a despejar y tomar conciencia de un problema, que también afecta la autoestima, en tanto al sentimiento de pertenencia a una sociedad regida sin escrúpulos.
Otro problema a observar es que la corrupción se replica en instituciones, organizaciones, agrupaciones y dentro de las mismas personas. Si las figuras que gobiernan se exhiben como importantes y también poderosas, pero, se encuentran carentes de principios éticos y morales. Ellas, se convierten en modelos de admiración y ejemplos de imitar para nuestra niñez y juventud. Entonces, al continuar esta historia, nunca se observará un fin; y el devenir de las características primordiales de las personas que pertenecen a este tipo de sociedad, será por supuesto, de un perfil sociopático.
El escritor Oscar Wilde nos confiere una definición de cinismo que a mi manera de ver, tiene una correlación importante con lo dicho con anterioridad: “
Un cínico, es un hombre que sabe el precio de todas las cosas e ignora aún el valor de una sola”.